Nació
la patria: Guatemala
Nació la patria y nacieron los anhelos, un quince
de septiembre y un primero de julio. En una
independencia de palabras y pañuelos, en una
algarabía de provincias sin peculio. Fue un
decir adiós a otras formas de gobierno; fue un
decir amén a la esperanza y al consuelo. Tras olvidar
que hubo monarquía en el averno, se conspiró en Belén ¡ya no más
renta por el suelo!
¡Que
se quede el alcalde de la provincia de León! ¡Si señor!, ¡Que
se quede también el que está en la Comayagua!, ¡Que se quede también el que está en
el Sonsonate!, ¡Que se quede el brigadier como jefe superior!, ¡Que
se quede el alcalde que está en Quetzaltenango!, ¡Que se quede también el que está
allí en Sololá!, ¡Que se quede el alcalde de la Ciudad Real de Chiapas!, ¡Y los
diputados provinciales formen junta consultiva! Ahora sí, ¡Qué viva la patria!
¡Qué viva!
Escriban
en el acta que queremos paz y buscamos el sosiego. Que anhelamos
fraternidad y concordia con apego. Que en
este momento abandonamos las pasiones individuales, que dividen
los ánimos y producen funerales. Y así pasó que al buscar la independencia, el pastel
lo partieron
quienes
ya vivían en la opulencia. Y luego de dejar a los mismos en el poder, nació la
patria, pero nada que ver, no nació la independencia.
Autor: Edwin Rolando García Caal
Oídme
Oh cielo de mi patria
azul del horizonte
con flores en sus montes
y plumas del Quetzal.
Mi alma te bendice
con líquenes y musgos
con bosques y lagunas.
¡jardines de cristal!
Montañas, volcanes,
remolinos de color,
un canto a la vida,
con la voz del Creador.
Con mares, con ríos
de belleza sin igual,
oídme fecunda
Guatemala en paz.
Orquídeas en septiembre,
tulipanes en mayo,
rosas rojas en marzo,
gustas reverdecer.
Paisajes de leyenda,
perla del continente,
saludos a tu gente
de selva tropical.
Alfombra de verde,
con arbustos de color,
floresta que orquesta
con las aves al trinar.
Pericos y monos
que madrugan para hablar,
oídme fecunda
Guatemala en paz.
Autor: Edwin Rolando García Caal
Conversaba don Martín con Emiliano
experiencias que viajaron con el viento.
Recordaba su pasado, muy ufano,
lo tranquilo.
¡Y barato el alimento!
-Más o menos me ubico-
contestó don Emiliano.
-Démonos un mano a mano
hasta reventar el pico-.
Para mí no era bueno el terror que se vivía
hasta el perro se escondía como si escuchara un trueno,
y era solamente un chonte, divisado al horizonte.
El poder del General era algo sin igual.
-Eso era lo mejor,
sin ladrones, ni pilluelos.
Arrastraba por los suelos,
al que fuera mal señor.-
-La comida no faltaba.
-Pero nadie disfrutaba.
Y en truncada discusión,
buscando los dos la victoria,
vieron pasar a la Gloria,
huérfana de Salomón.
Detrás de ella al compaz,
con una pierna de palo,
se acercaba don Gonzalo
gritando:
¡Viva la paz!
Autor: Edwin Rolando García Caal
El reto
Nací en una bella tierra
de montes ríos y lagos
con niños que se hacen magos
por sobre salir.
Comprendo los desafíos
pero hay potencial humano
con la mano del hermano
podremos seguir.
Por eso quiero invitarte a ser
de los que no se quedan con ver.
Vestigios de mi pasado
se sientan aquí a mi lado
de la ciudad y del campo
podemos surgir.
La sombra por donde crecen
los cultivos que perecen
podemos hacer que sean
eterno jardín.
Pero necesito verte aquí
hay bases del desarrollo en ti.
El éxito de la vida
se mide por lo que aportas
acciones de compromiso
queremos unir.
En la soledad del campo
en la bulla del concreto,
queremos ponerte el reto
de sobre salir.
Por eso quiero invitarte a ser
del grupo que quiere ver crecer
mi país…
¡Mi país!
Autor: Edwin Rolando García Caal
Viva la paz
Conversaba don Martín con Emiliano
experiencias que viajaron con el viento.
Recordaba su pasado, muy ufano,
lo tranquilo.
¡Y barato el alimento!
-Más o menos me ubico-
contestó don Emiliano.
-Démonos un mano a mano
hasta reventar el pico-.
Para mí no era bueno el terror que se vivía
hasta el perro se escondía como si escuchara un trueno,
y era solamente un chonte, divisado al horizonte.
El poder del General era algo sin igual.
-Eso era lo mejor,
sin ladrones, ni pilluelos.
Arrastraba por los suelos,
al que fuera mal señor.-
-La comida no faltaba.
-Pero nadie disfrutaba.
Y en truncada discusión,
buscando los dos la victoria,
vieron pasar a la Gloria,
huérfana de Salomón.
Detrás de ella al compaz,
con una pierna de palo,
se acercaba don Gonzalo
gritando:
¡Viva la paz!
Autor: Edwin Rolando García Caal
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